El mar me habló de su grandeza, de su fuerza y de su inmensidad...Yo le hablé de Honduras, de su Pueblo y de sus Instituciones y se sintió pequeño...

(Parafraso del Poema de Jorge Sarabia)


viernes, 1 de febrero de 2008

Llamadas.


Esta leyenda que voy a relatar me la contaron cuando iba al colegio y todavía hoy no he podido olvidarla. Espero que les agrade:

La joven subrayaba el anuncio del periódico mientras se lo mostraba a su novio. Sin pensarlo dos veces concertaron una visita con la inmobiliaria. Por fin, después de varios días de intentos fracasados habían encontrado un buen apartamento y a un precio lo bastante asequible para una pareja de recién graduados.
Una noche, después de tres días de agradable convivencia, la joven se despierta alertada por un sonido que todavía no le era familiar, extrañada se dirige al teléfono y levanta el auricular:
- Dígame – dijo desconfiada la chica. – ¡¡¡Ayúdame por favor!!!.
Asustada, cortó la comunicación inmediatamente.
- No será nada, se habrán equivocado – dijo para tranquilizarse.
En ese mismo instante se quedó totalmente paralizada, alguien, una presencia, podía sentirse justo detrás de ella, incluso podía escuchar su respiración, al intentar girar la cabeza:
- ¿Quién era? ¿Por qué llaman a estas horas? – Que susto me has dado, podrías haber avisado; no ha sido nada, alguien que se ha equivocado, vamos a dormir -.
En los siguientes días las llamadas se repitieron y pronto se dieron cuenta que todos los viernes sobre la misma hora el teléfono sonaba y aquella voz sollozante susurraba:
- ¡¡¡Ayúdame por favor!!!.

La pareja asustada acudió a la comisaría más cercana para poner una denuncia y saber desde donde se estaban realizando aquellas misteriosas llamadas. Pronto averiguaron que aquel número de teléfono pertenecía a la vecina del apartamento de enfrente. Justo desde allí al lado se estaban realizando aquellas llamadas.
La joven se acercó al piso de su vecina y le contó lo que estaba sucediendo, pero la muchacha asombrada se defendió diciendo que nunca había realizado tales llamadas, además era imposible, ella trabajaba de noche los viernes.
Todo quedó ahí, y aunque aquella chica hubiese dicho que no era ella la pareja sabía perfectamente que esas llamadas se estaban realizando desde su apartamento. Desconfiados esperaron al viernes de esa misma semana para espiar sus movimientos, cuando entraba, cuando salía, y tal como les dijo, al llegar la noche la chica abandonó su vivienda y no volvió a entrar. Al cabo de unas horas el teléfono sonó, puntual como siempre, a la misma hora de cada viernes y con la misma voz pidiendo ayuda.
Después de la llamada, aquella noche, la pareja no durmió, estuvieron esperando durante horas hasta que la vecina llegó y antes de que entrara a su casa salieron y le expusieron lo que había ocurrido, entraron al apartamento y el chico vio una extraña mancha en la pared, aquella mancha no era normal, no parecía una mancha de humedad provocada por alguna fuga o filtración de agua, más bien, era como una enorme mancha de aceite, algo grasiento, fresco y de donde parecía emanar un olor especial, algo que no había sentido nunca antes. Pronto llevado por la intuición y la curiosidad él dijo:
- Tienes que tirar esa pared, esa mancha de humedad no es normal – Dijo el joven.
- No hay forma de deshacerme de esa mancha, por más que friego siempre aparece de nuevo - Dijo la vecina que había observado la mirada del joven.
- ¡Confía en mi¡, tienes que hacer un agujero en la pared.
- ¡Estás loco o que!-
- Nosotros te ayudaremos a reconstruirla una vez averigüemos la causa por la que no puedes deshacerte nunca de ella.
La vecina aceptó y sin pensarlo picaron la pared y ahí encontraron el cuerpo podrido de una chica envuelto en una bolsa de tela y mal cubierto en cal. Luego se supo que por la atmósfera que se había creado en aquel agujero el cuerpo había ido descomponiéndose muy lentamente teniendo todavía jugos que iban filtrando por la pared poco a poco.

Siempre que muere alguien debe ser sepultado adecuadamente, o estarán acá hasta que alguien pueda ayudarlos.




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