En marzo de 1979, Kay Kelly tenía cáncer, y pudo cumplir el sueño de estar cerca de Su Santidad. El ama de casa que vive en Liverpool pudo saludar al Santo Padre, quien le dio un beso. Kelly asegura que pocos meses más tarde, desapareció el tumor.
Ese mismo año, Juan Pablo II visitó Irlanda durante el mes de septiembre. Bernhard y Mary Mulligan habían tenido una beba con severos problemas renales. El médico que la atendía les había dado la peor noticia: la pequeña de pocos meses corría serios riesgos de muerte. La fe de este matrimonio llevó a que esperaran al Santo Padre entre la multitud y a su paso, elevaron a la beba para que Wojtyla la viera. Su Santidad la acarició y los padres aseguran que sanó y hoy vive una vida normal.
En 1980, Juan Pablo II saludaba a los niños, como era su costumbre. Stefanía Mosca tenía 10 años y sufría de una especie de autismo por el cual no hablaba y solía negarse a recibir alimentos. El Papa le dio un beso a la pequeña, que rápidamente transformó su vida, recuperó la alegría, se contactó con su alrededor y vivió normalmente.
Un terremoto ocurrido en 1980 provocó un accidente que dejó en silla de ruedas a Emilio Ceconni. En 1984, en una visita al Santo Padre, éste posó las manos sobre la cabeza del joven que pocos días más tarde recuperó la movilidad total de sus piernas, y hasta pudo demostrar sus antiguas habilidades en el fútbol.
Ese mismo año, el Papa visitó la isla de Puerto Rico. Allí estaba Lucía, que a los 17 años sufría de ceguera. El Papa posó sus manos, y cuando la joven regresó a la casa, recobró la vista.
El otro caso que conmovió a México, fue el que quedó documentado en las imágenes de TV. En 1990, una de las últimas visitas del Santo Padre a México, José Heron Badillo estaba junto a sus padres esperando el paso del Papa. Su cara demostraba el frágil estado de salud a partir de una leucemia que habían diagnosticado como irreversible. El conmovedor instante grabado por las cámaras de TV, muestra a Juan pablo II posando sus dos manos en las mejillas del chico, mientras la madre lo mantiene abrazado.
Poco tiempo después, los médicos diagnosticaron que su cuerpo ya no tenía nada, que su leucemia había curado. En el 2002, toda la familia viajó a Roma, para pedir una audiencia y agradecer al Santo Padre.
La Iglesia no habla de milagros hasta después de la muerte de una persona. Si el proceso de canonización se iniciara en los plazos habituales, recién podrían estudiarse estos milagros, dentro de cinco años, pero todos confían en que se adelantará, como ocurrió con la Madre Teresa.
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