Golpe mortal de la Guerrilla al fútbol.

La incredulidad es la única palabra que puede definir el suceso que aconteció en la tarde del 11 de octubre en Táchira, localidad de Venezuela fronteriza con Colombia, donde un grupo de futbolistas fue secuestrado y asesinado a sangre fría.


Varias personas armadas se presentaron en el campo de fútbol donde se disputaba el encuentro entre los equipo de El Salvador y Los Maniceros, para secuestrar a doce integrantes del conjunto visitante.

De ellos, diez fueron asesinados a sangre fría: sólo uno de ellos consiguió salir con vida. Del jugador restante no se han tenido noticias hasta el momento.

Así sucedió todo

Los equipos disputaban el encuentro cuando una banda armada se presentó en el terreno de juego. Detuvieron el partido y nombraron uno a uno a todo el equipo de Los Maniceros.

Doce de los jugadores fueron conducidos a un camión por los secuestradores, que preguntaban constantemente por los jefes paracos' (paramilitares), ante la incredulidad de los deportistas.

Bajo un punte diez de ellos fueron fusilados a sangre fría, mientras José Luis Arenas Sánchez, con una herida de bala en el cuello, consiguió sobrevivir a la masacre. Aún se desconoce el paradero del duodécimo integrante del equipo. "Quien nada debe, nada debe temer", escuchó el superviviente de boca de sus secuestradores.

"Cuando pararon nos hicieron bajar, arrodillados en el piso y golpeándonos sentimos la ráfaga de seis o siete disparos, de los cuales me pegaron uno solo. Uno o dos minutos después abrí los ojos y estaba vivo. Toqué a los demás amigos pero estaban muertos. Me levanté y caminé como tres horas y media (...) hasta que vi la luz de una casa, llegué y toqué la puerta y un señor me abrió", relató. Las autoridades venezolanas barajan la hipótesis de que estos secuestradores formen parte del Ejército de Liberación Nacional colombiano.

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